viernes, 3 de junio de 2011

Siddharta (Hermann Hesse)

—Antes de continuar mi camino, Siddharta, permíteme hacerte una pregunta: ¿Tienes una doctrina? ¿Tienes alguna fe o creencia que sigues, que te ayuda a vivir y obrar bien?
Siddharta declaró:
—Bien sabes, amigo, que ya de joven, cuando vivía con los ascetas en el bosque, desconfiaba de las doctrinas y los profesores y les di la espalda. No he cambiado de opinión. Sin embargo, he tenido muchos maestros desde entonces. Incluso una bella cortesana fue mi instructora por largo tiempo, así como un rico comerciante y unos jugadores de dados. Sin embargo, de quien más aprendí fue de este río y de mi antecesor, el barquero Vasudeva. Era una persona muy sencilla; no se trataba de ningún filósofo, y a pesar de ello, sabía tanto como Gotama: era un perfecto, un santo.
Govinda exclamó:
—¡Tal parece, Siddharta, que aún te gusta bromear! Te creo y sé que no has seguido a ningún profesor. ¿Pero tú, con tus conocimientos y razonamientos, no has encontrado esta doctrina que te ayuda a vivir? Si quisieras explicarme algun de esas teorías, alegrarías mi corazón.
Siddharta repuso:
—Sí, he tenido ciertos conocimientos y pensamientos en los que me he concentrado de vez en cuando. He tenido conciencia de estos conocimientos, en la misma forma en que a veces percibimos los latidos del corazón. He pensado mucho, pero me sería difícil comunicarta alguno de esos pensamiento. Sin embargo, lo que más se me ha grabado, Govinda, es el siguiente razonamiento: La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio intenta comunicar suena siempre a simpleza. Esto es lo que he descubierto.
—¿Bromeas? —inquirió Govinda.
—No. Digo lo que he encontrado. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. Puede hallársela, puede vivirse, nos sostiene, hace milagros; pero nunca se puede explicar ni enseñar. Esto es lo que ya de joven sospechaba, lo que me apartó de los profesores. He encontrado otra idea que tú, Govinda, seguramente tomarás por broma o chifladura, pero en realidad se trata de mi mejor pensamiento. Es éste: ¡Lo contrario de cada verdad es igualmente cierto! O sea: una verdad sólo se puede pronunciar y expresar con palabras si es unilateral. Y unilateral es todo lo que se puede expresar con pensamientos y declarar con palabras. Unilateral es todo lo mediocre, todo lo que carece de integridad, de redondez, de unidad. Cuando el venerable Gotama enseñaba al mundo por medio de palabras, lo tenía que dividir en Sansara y Nirvana, en ilusión y verdad, en sufrimiento y redención. No hay otra alternativa para quien desea enseñar. No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo Sansara o del todo Nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Creemos que es así porque tenemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real, Govinda. Lo he experimentado muchísimas veces. Y si el tiempo no es real, también el lapso que parece existir entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la bienaventuranza, entre lo malo y lo bueno, es una ilusión.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Govinda perplejo.
—¡Escucha bien, amigo, escucha bien! El pecador, que lo somos también tú y yo, es pecador, pero algún día volverá a ser Brahma, alcanzará el Nirvana, será buda... pero fíjate bien: ese "algún día" es una ilusión. ¡Es sólo metáfora! El pecador no está en camino hacia el buda, no está evolucionando, aunque no nos lo podamos imaginar de otra forma. No; en el pecador, ahora y hoy, ya está presente el buda, su futuro ya vive en él. El buda en potencia que se alberga en el interior de cada persona, en ti, en mí, debe ser reconocido y respetado. El mundo, amigo Govinda, no es imperfecto, ni se encuentra evolucionando lentamente hacia la perfección. No, él es perfecto en cualquier momento. Todo pecado ya lleva en sí el perdón; todos los recién nacidos, la muerte; todos los moribundos, la vida eterna. Ningún ser humano es capaz de ver en qué punto del camino se hayan los otros: en el ladrón y en el jugador está el buda; en un brahmán, existe el ladrón. Al meditar profundamente, existe la posibilidad de anular el tiempo, de ver toda la vida pasada, presente y futura a la vez, y entonces todo es bueno, perfecto; es brahma. Por ello me parece que todo lo que existe es bueno: tanto la muerte como la vida, el pecado o la santidad, la inteligencia o la necedad: todo necesita únicamente mi afirmación. Mi conformidad, mi comprensión amorosa: entonces es bueno para mí y nada podrá perjudicarme. He experimentado en mi propio cuerpo, en mi misma alma, que necesitaba el pecado, la voluptuosidad, el afán de propiedad, la vanidad, y que precisaba de la más vergonzosa desesperación para aprender a vencer mi resistencia, para instruirme a amar al mundo, para no compararlo con algún mundo deseado o imaginado, regido por una perfección inventada por mí, sino dejarlo tal como es, amarlo y sentirme feliz de pertenecer a él. Estos son, Govinda, algunos de los pensamientos que he tenido.


Y Siddharta tiene más pensamientos, pero para ello tendréis que leer el libro.

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