miércoles, 30 de marzo de 2011

El Plan Seldon y su máxima

—Usted ha estudiado a fondo la ciencia mental durante casi toda su vida —siguió diciendo—. y ha asimilado todo cuanto sus maestros podían enseñarle. Ya va siendo tiempo de que usted y unos pocos que son como usted comiencen el aprendizaje de la Oratoria.
Hubo una cierta agitación al otro lado de la mesa.
—No, tiene que tomárselo con calma... Usted albergaba la esperanza de reunir las cualidades necesarias, pero temía no conseguirlo. En realidad, tanto la esperanza como el miedo son debilidades. Usted sabía que estaba calificado, y vacila antes de admitir el hecho porque el admitirlo podría indicar que se siente demasiado seguro de sí mismo y eso podría hacer que fuese descalificado. ¡Tonterías! El ser humano más irreversiblemente estúpido es precisamente aquel que ignora su sabiduría, y el que usted supiera que estaba calificado forma parte de esa misma calificación.

Hubo un relajamiento al otro lado de la mesa.
—Exactamente... Ahora se siente mejor y ya no está en guardia. Se encuentra más preparado para concentrarse y comprender. Recuerde que ser realmente eficaz no exige mantener a la mente bajo una barrera de control, que para el sondeo inteligente proporciona casi tanta información como una mentalidad desnuda. Siempre es más conveniente cultivar cierta inocencia, cierta consciencia de uno mismo y una ingenuidad que no oculte nada. Mi mente está abierta ante usted, así que haga como yo. Ser Primer Orador no resulta fácil —prosiguió-. Ser psicohistoriador tampoco resulta fácil, y ni tan siquiera los mejores psicohistoriadores tienen por qué ser necesariamente buenos Oradores. Aquí existe una distinción: un Orador no sólo ha de conocer las complicaciones matemáticas del Plan Seldon, sino que también ha de sentir simpatía hacia él y hacia sus fines. Tiene que amar el Plan, y el Plan debe ser su vida y el aire que respira... No, más que eso; ha de llegar a ser un amigo viviente. ¿Sabe qué es eso?
La mano del Primer Orador señaló un cubo negro y brillante que había en el centro de la mesa. El cubo era totalmente liso.
—No, Orador, no sé qué es.
—¿Ha oído hablar del Primer Radiante?


"Un suceso determinado puede ser infinitesimalmente probable, pero la probabilidad es siempre mayor que cero."

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