domingo, 8 de mayo de 2011

[Vol.1] Fantine, PRIMERA PARTE, Libro primero: UN JUSTO

Verdadero o falso, lo que de los hombres se dice ocupa en su vida, y sobre todo en su destino, tanto lugar como lo que hacen.

Monseñor Myriel debía sufrir la suerte de todos los recién llegados a una pequeña ciudad, donde hay muchas bocas que hablan, y muy pocas cabezas que piensan.

Tenía una sola palabra para estas dos clases de trabajo; llamaba a aquello "jardinear". «El espíritu es un jardín», decía.

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—Los pecados de las mujeres, de los niños, de los servidores, de los débiles, de los indigentes, de los ignorantes, son los pecados de los maridos, de los padres, de los dueños, de los fuertes, de los ricos, de los sabios.
Decía también:
—A los ignorantes, enseñadles cuanto podáis; la sociedad es culpable, por no darles instrucción gratis; ella es responsable de la oscuridad que produce. Si un alma sumida en sombras comete un pecado, el culpable no es el que peca, sino el que no disipa las tinieblas.

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En otra parte había escrito: «No preguntéis su nombre a quien os pide asilo. Precisamente, quien más necesidad tiene de asilo es el que más dificultad tiene en decir su nombre».

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Por la noche, antes de acostarse, volvió a decir:

—No temamos nunca a los ladrones ni a los asesinos; éstos son los peligros exteriores, los pequeños peligros. Temámonos a nosotros mismos. Los prejuicios: éstos son los ladrones; los vicios: éstos son los asesinos. Los grandes peligros están dentro de nosotros. ¡Qué importa lo que amenaza nuestra cabeza o nuestra bolsa! Pensemos sólo en lo que amenaza nuestra alma. —Luego, volviéndose hacia su hermana, añadió—: Hermana mía, nunca, por parte del sacerdote, debe tomarse precaución alguna contra el prójimo. Lo que el prójimo hace, Dios lo permite. Limitémonos a rogar a Dios cuando creamos que nos amenaza un peligro. Oremos, no por nosotros, sino para que nuestro hermano no caiga en falta por causa nuestra.

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Lo que sí debemos observar es que, fuera, y por decirlo así, más allá de su fé, el obispo tenía un exceso de amor. Por esto quia multum amavit, es por lo que le juzgaban vulnerable los «hombres serios», las «personas razonables», y la «gente sensata»; locuciones favoritas de nuestro triste mundo, donde el egoísmo recibe el santo y seña del pedantismo.

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